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Reflexiones por Carmen Salazar

 

“A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE JULIÁN PERALTA”

Con la muerte de Julián (conocido por todos los que pasamos por la puerta de la Iglesia del Rosario, donde él solía estar con sus dos muletas muchas veces) creo que se nos ha hecho visible una situación. Creo que a este hombre le hemos hecho más caso cuando no servía de nada estar con él (cuando estaba en el hospital ingresado, sin conciencia), que cuando estaba en el banco de la acera junto a la parroquia y le veíamos como un pesado. No digo que nos lo tendríamos que llevar a casa un domingo cada uno, porque igual tampoco le gustaría, pero si creo que le podríamos haber dedicado unos minutos o un saludo amable...  o al menos yo creo que lo ignoraba. Además el hecho de saber que le habían conseguido una residencia y que se había ido parecía que me daba más derecho a ignorarle porque estaba así porque "el se lo había buscado”. En fin creo que esto nos tiene que servir para hacer una interpretación auténticamente cristiana de las situaciones cotidianas y de si realmente estamos viendo a Jesús en el que sufre, aunque aparentemente lo haya elegido el. Aquí no está en cuestión si el actuó bien o mal durante su vida, sino como hemos actuado nosotros cuando estuvimos a tiempo.

Esto no es para más lamentaciones ni tristezas, sino para que nos despierte ese montón de posibilidades que tenemos dormidas y que podemos regalar a los otros. A veces, sólo una sonrisa vale mucho, como le hubiera podido servir a Julián que, en el fondo, estaba a gusto con nosotros o por lo menos, menos mal que en otros sitios, por lo que permaneció ahí hasta el final.


 

 
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