Salmo del domingo. ¡Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia! (salmo 118)
R/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
Tu eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia. R/.
Reflexión
El salmo 118 es un himno de alabanza y de acción de gracias comunitario, en reconocimiento a la misericordia de Dios con su pueblo. Aquí la palabra misericordia subraya la fidelidad divina, constante e incondicional, en el amor generoso, compasivo, protector, y apasionado, que tiene Dios con su pueblo. En medio de la fragilidad de nuestra vida, sometida a los desengaños y a las promesas incumplidas de los que ejercen el poder para dominar y no para servir, este salmo nos invita a contemplar la misericordia de un Dios cercano y amigo de los hombres, que es refugio seguro, que siempre nos será fiel y que nunca nos abandonará.
Las puertas de la justicia se abrirán en la Ciudad de Dios a los que van llegando, en el caminar de la vida, a la meta prometida, conformando su vida en la senda que les marcó la voluntad de Dios. Y el salmista entona jubiloso: “El Señor es mi fuerza y mi protección, Él fue mi salvación”. “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” “Este es el día en que actuó el Señor: Sea nuestra alegría y nuestro gozo.” (otros versículos del salmo 118)
Gloria a Dios
Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4,8-12):
En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 117,1.8-9.21-23.26.28-29
R/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
Tu eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia. R/.
REFLEXIÓN
La oración del salmista invocando al Señor cuando se ve asediado por sus enemigos la dice Cristo también en su pasión. “Muchos se levantan sobre mí, muchos dicen a mi alma: Ya no lo protege Dios” "¿Hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?". Es evidente que, Jesús sufre la tentación de renunciar a su muerte y sobre todo a desesperar de su resurrección. A esto equivalen aquellas palabras: “Si es Hijo de Dios, que descienda de la cruz”; y las otras: “Salvó a otros y a sí mismo no puede salvarse”. Ni Judas le hubiera entregado si no hubiera formado parte de aquellos que decían despreciando a Cristo: “No existe salvación para él en su Dios”.
Tú, Señor, eres mi apoyo, le dice Jesús al Padre, en cuanto en su naturaleza humana, el Verbo hecho carne comparte con nosotros el sufrimiento, el dolor, la humillación, la agonía y la muerte, para compartir también con nosotros su gloriosa resurrección. "Tú eres mi escudo y mi gloria": le dice a Dios Padre. Aprendamos de Jesús los soberbios, que no recibimos de buen grado que se nos recuerde: “¿Qué tienes que no lo hayas recibido?; y si lo recibiste, ¿por qué te ensoberbeces como si no lo hubieras recibido?”. Jesús agradece humildemente a su Padre que mantenga alta su cabeza en medio de la tribulación, siempre sintiéndose hombre entre los hombres, y cabeza del alma humana. Uniendo el Verbo divino su suerte a la humanidad herida, a la que se fundió, la asume libremente y no la abandona, salvándola desde de la extrema humildad y el extremo amor de su pasión.
Nosotros podemos orar el salmo conociendo su desenlace porque hemos conocido a Jesús. Dios hizo milagros en nuestro favor y los sigue haciendo. Siempre nos escucha en la aflicción y hace brillar cada día la Luz de su Rostro sobre nuestras almas. El sabernos amados apasionadamente por Jesús, pone en nuestro corazón tal alegría que como dice el salmista no se puede comparar con la que produce el vino y la buena comida. Es la "sobria embriaguez del Espíritu" que observaba la gente en Pedro y los apóstoles en Pentecostés sin comprender la razón de tanta alegría. Era el Espíritu Santo quien se las había infundido. "No están borrachos". Como se relata en Hechos de los Apóstoles: "Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el infierno ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro".