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CARTAS PARA PENSAR, de Santiago Aparicio

Santiago Aparicio, en la misa de despedida de la parroquiaDE NOMBRE…

¿EXTRAN

JERO? 

 

 

 Querido Juan David:

    

     Aún me sigue sorprendiendo tu sonrisa acogedora. La entonación de tu voz me hace recordar que el mundo es más grande que aquel país donde he nacido.

 

     Me gustaría compartir contigo una escena que contemplé hace unos días, cuando me dirigía a una reunión eclesial de cierta importancia. Sucedió en el metro suburbano. Como tantas otras veces se subieron al metro un grupo de personas con sus instrumentos musicales, por sus rasgos debían ser sudamericanos. No íbamos muchas personas en el vagón, unos leían, otros hablábamos, una pareja se besaba y algunos iban absortos contemplando nada. Tocaron una canción, no recuerdo cuál, y todo siguió como antes… Tocaron una segunda canción, la melodía del Padrenuestro de Simon & Garfunkel, y allí sucedió un pequeño milagro. Los que leían dejaron de leer, los que hablábamos nos callamos, la pareja dejó sus besos, y los absortos pusieron la mirada en los músicos. Se hizo uno de esos silencios que indican una Presencia. De vagón de metro a oratorio. Se nos cambió la expresión a todos y, me atrevo a decir, que muchos mascullamos una oración. Creo que no fuimos demasiado generosos en la colecta, pero te aseguro que les estoy muy agradecido.

    Cuando, por la noche, revisaba los acontecimientos vividos durante el día me daba cuenta que aquel había sido el momento más intenso y espiritual de la jornada, ¡un vagón de metro!, y por sacerdotes un grupo de sudamericanos con sus instrumentos musicales.

 

     Sois muchas personas las que habéis dejado atrás a vuestra familia para lanzaros a una aventura desconocida en búsqueda de formación, como tú, o de trabajo, o de dignidad, o de paz, o de recursos para mandar “divisas” a los que quedaron allá. Vuestras maletas van llenas de algo de ropa, unos pocos útiles, alguna foto… pero sobre todo van cargadas de las esperanzas de mucha gente, de miedos ante la nueva realidad que se abre ante vuestros ojos, y de una cultura y unos valores con que nos enriquecéis a todos.

En el informe “Inmigración y economía española: 1996-2006”, elaborado por la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, se afirma que “la inmigración es responsable de la mitad del crecimiento de la economía de los últimos cinco años, de uno de cada dos empleos del último quinquenio y de la mitad del superávit público registrado en 2005” y, además, los inmigrantes “generan muchos menos gastos que los ingresos que aportan a las arcas del Estado”. ¡Qué lastima que sean los números los que nos hagan miraros bien! Nos traéis muchas más cosas: el valor de la familia, el compromiso con los que quedan allá, una vivencia espiritual grande,… pero también hacéis que muchas escuelas de pueblos pequeños vuelvan a abrirse, cuidáis a nuestros mayores y enfermos, limpiáis nuestras casas, y os hacéis cargo de los trabajos que a nosotros no nos gustan,… y, por si fuera poco,… traéis rostros sonrientes, y ganas de trabajar con la esperanza de haceros un hueco en este país.

 

     Tú, como tantos otros, sois profesores y con vuestro trabajo y estudio nos ayudáis a ser una sociedad más plural, más abierta y más generosa.

 

     Es verdad que “no es oro todo lo que reluce” y que hay otros problemas… pero eso lo dejaremos para otro día, que el espacio de esta hoja no da para más.

     Hoy cuando celebres la Eucaristía en tu Parroquia, resonará de modo distinto el texto del Deuteronomio: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto…” Tú también has venido a nuestro Egipto, y aquí has echado raíces.

     Bienvenido y muchas gracias por todo lo que me enseñas.

     Bienvenidos y muchas gracias por todo lo que nos enseñáis.

     Con mucho cariño:

Santiago Aparicio
 
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