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"Moniciones de la lectura litúrgica"

 Histórico de moniciones

 Aquí podéis encontrar las lecturas ya meditadas en anteriores semanas

Domingo 5 Cuaresma Ciclo B: Cambio de chip


                                                                                   

No deja de ser curioso que Dios quiera establecer una Alianza con un grupo de personas, entre las que tú y yo estamos. Lo consideramos normal. Más aún, parece como que nosotros le estamos haciendo un favor.

¿Se te ha ocurrido pensar adultamente qué significa que Dios, el Creador y Señor del Universo, quiera establecer un pacto contigo, una criatura cualquiera, una entre miles, efímera como gota de rocío al amanecer?

También llama la atención cómo, ese mismo Dios de Jesús, nos abre a otra perspectiva: aprender a reconocerlo en la palabra, la escucha y el silencio.

Pertenecemos a la cultura del ver, nos seduce la imagen, como los que le dicen a Felipe “quisiéramos ver a Jesús”. Corremos el riesgo de quedarnos ahí,  en la superficie, entretenidos como curiosos espectadores.

Jesús, casi sin darnos cuenta, nos va llevando a otra forma de mirar, más allá de lo que ven nuestros ojos, hablando del grano de trigo que cae y muere. Casi sin darnos cuenta, nos invita a escuchar más que a ver, más a servir y seguir caminando tras Jesús, que permanecer de brazos cruzados.

La Alianza de Dios es peculiar, transcurre en una historia apasionante, de servicio y de amor, con mucho de gritos y lágrimas, pero sobre todo de confianza y fidelidad.

Una historia a la que estás invitado dejando que Dios escriba su palabra en tu corazón.

Tarea para la semana:

Ponernos ante el Señor y preguntarle:

¿Qué tengo Señor yo que mi amistad procuras?

 


Domingo 4 Cuaresma Ciclo B: El desastre


La Palabra de este domingo nos vuelve a presentar a un Dios inaudito, un Dios sorprendente.

La primera lectura es una síntesis del momento más crucial del Antiguo Testamento: la destrucción de Jerusalén y la vuelta al destierro. Pero la interpretación del cronista no puede ser más estremecedora: el contraste entre la infidelidad de Israel y la fidelidad de Dios

La segunda lectura nos sumerge en el abismo del amor de Dios, capaz de transformar el desastre del pecado en gracia.

El evangelio, reafirma el amor fiel de Dios ante el pecado humano. Cada una de sus frases,  nos lleva a los fondos tenebrosos del corazón humano y a la gloria del amor de Dios.

Necesitamos de ciertos desastres para darnos cuenta de nuestros fondos oscuros, de cómo nos apropiamos de los seres más queridos, hasta de Dios, utilizándolos en provecho propio,  de lo egocéntricos que somos, de cómo nos resistimos al amor, de cómo estamos cerrados a la iniciativa de Dios.

Necesitamos que la vida nos lleve a situaciones críticas,

·         para ver lo desastre que somos

·         para darnos cuenta de que sólo Dios salva,

·         para enterarnos de lo que está dispuesto a hacer por ti y por mí

¿Quién iba a imaginar que el amor de Dios se oculta en las situaciones más dolorosas, en mis fondos oscuros, en mi condición sin salida?

 

Pregunta para la semana:

¿Cuál es el capítulo más desastroso de mi vida?

Ponerlo ante el Señor

 

Domingo 3 Cuaresma Ciclo B: Sabiduría y Escandalo

Los Mandamientos, más que normas, son sabiduría que Dios ofrece al hombre para dar sentido a su existencia, vivir en la verdad y humanizarse.

Excepto el primero, “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, sería interesante leerlos con un lenguaje más actualizado, algo así como:

·                     No trataras a Dios como si pudieses disponer de El

·                     Distribuye tu tiempo de modo que cuides lo esencial

·                     Haz de tu familia un ámbito privilegiado de humanidad

·                     Respeta y promueve la vida en todas sus formas

·                     Haz de la sexualidad un camino de amor

·                     Trabaja responsablemente y posee solidariamente

·                     Haz de la comunicación un espacio de verdad y libertad

·                     Aprende a gozar con lo que tienes sin desearlo todo.

·                     La vida consiste en confiar, no en controlar o dominar

En Jesús esta sabiduría ética se radicaliza, añadiendo que:

·                     La persona está por encima de la Ley

·                  Los últimos son los preferidos ““cualquier cosa que hagáis a uno de estos a mí me lo hacéis”.

Esta radicalización, y ese Dios que no se deja comprar,  serán escándalo y necedad suficientes para desencadenar la detención y rápida ejecución de un hombre poco políticamente correcto, pero sabiduría, fuerza y… lo más parecido a Dios.

Tarea para la semana:

Medita los últimos versículos del Evangelio: “Jesús sabe lo que hay dentro de cada hombre”.

Déjate mirar y juzgar. Él es la luz que ilumina las tinieblas de nuestro corazón.


Domingo 2 Cuaresma Ciclo B: Tabor

Hoy vamos a escuchar relatos muy densos, tres escenas llenas de simbolismo, pero sobre todo de drama.

Una palabra clave: Sacrificio

·         El sacrificio de Abraham

·         El sacrificio de un Dios que entrega a su hijo por un puñado de “petardos” y “petardas” como nosotros, un escándalo del que todavía no nos hemos enterado.

·         Y la transfiguración de Jesús en el Tabor: una experiencia no sé si tan placentera como parece a simple vista o relacionada también con el sacrificio

Subir una montaña, estar asustado, envuelto en una nube, donde no se ve nada, no parece que sea cómodo, agradable, ni  muy esclarecedor. Todo lo contrario, tanto subir una montaña, como luego, cuando más a gusto estás, tener que bajar a la vida cotidiana, tiene que ver con sacrificio.

Más aun, subir una montaña con Jesús, no es un “rito comercial” (hacer un esfuerzo a cambio de…), ni un rito de reparación (para conseguir el beneplácito de Dios).

Subir la montaña con Jesús ni siquiera es un ejercicio ascético de autoperfección, ese esfuerzo necesario para sacarnos de la superficie, en la que tendemos a instalarnos para sólo vegetar.

Subir con Jesús es… obedecer sin reservas la voluntad de Dios

 

Pregunta para la semana:

“¿Por qué prefiero ofrecerle a Dios cosas en vez de a mí mismo?”


 
 Domingo 1 Cuaresma Ciclo B: Diluvios y desiertos
 

Atención a los paisajes en los que se desarrolla la Palabra de este domingo:

·        El diluvio, como si de un tsunami se tratara,

·        El desierto, entre el abandono, la inseguridad y la soledad más radical.

Desierto y diluvio, paisajes extremos, dramáticos, que alguna vez nos alcanzan de repente, desconcertándonos y recordando, como la ceniza del miércoles pasado, lo que somos, que nada es definitivo, que la muerte nos habita.

Diluvios y desiertos, dramas y desgarros, tsunamis y cuaresmas… ocasiones privilegiadas para el cambio, no para meros retoques, ni para bienintencionados deseos de mejorar, no.

El cambio, del Conviértete y cree en el evangelio, es más radical:

·        Por un lado es convertirse a la Buena noticia del amor infinito de Dios revelado en el  Acontecimiento máximo: la muerte y resurrección de Jesús por nosotros (2ª lectura).

·        Por otro, es una invitación a convertirme a la verdad última de mi ser hombre/mujer hoy: reconocer que estoy bajo el poder del egocentrismo y la mentira, el pecado y la muerte, y que respecto a lo esencial –el amor de verdad- no puedo nada sin la gracia de Dios: Es el espíritu quien empuja, es Dios quien tiene la iniciativa de pactar conmigo.

Entonces, ¿qué queda en nuestras manos, si llega el tsunami o nos empujan al desierto?

Sobrevivir (andar en verdad) y confiar en esa señal del cielo, que es Jesús clavado en el madero.

Pregunta para la semana:

No puede ser más simple y más radical:

 Señor, ¿Qué quieres de mí?”

 

Domingo 6 Tiempo ordinario. Ciclo B: Si quieres, puedes limpiarme

Una falsa exaltación de la culpa invadió y pervirtió, la experiencia religiosa de muchos creyentes, llevando a asociar a Dios con culpabilidad, remordimiento y temor a castigos eternos.

Esta forma de vivir ante Dios,  además de estéril, es poco sana, pudiendo llegar a destruir a la persona.

Sin embargo, también es un error eliminar de nosotros una autocrítica sana y fecunda. La negación de la culpa encierra otros peligros, como vivir desorientado en el mundo de los valores. Quien no considera el daño que está haciéndose a sí mismo, o a los demás, nunca se transformará ni crecerá como persona.

Lo importante es saber en qué Dios cree uno. Si en el Dios exigente, siempre insatisfecho y generador de angustia... O, por el contrario, si en el Dios vivo de Jesucristo, amigo de la vida y aliado de la felicidad humana.

Sólo la fe en este Dios engendra un sentimiento de culpa sano y sanador, un impulso a vivir de forma más digna y responsable.

La oración del leproso a Jesús puede ser estímulo para invocar confiadamente a Dios desde la experiencia de culpa: «Si quieres, puedes limpiarme».

Esta oración es reconocimiento de la culpa, pero es también confianza en la misericordia de Dios y deseo de transformar la vida.

 

      Pregunta para la semana:

Ante Dios y mi conciencia,

¿tendré algo que ver con este leproso?...


 
 Domingo 5 Tiempo ordinario. Ciclo C: Crónica de una jornada

Domingo a Domingo la Palabra nos va presentando quien es y qué hace este Jesús, que los cristianos llamamos Señor.

De su breve periodo de actividad publica, sólo tenemos algunos detalles. Son esos gestos que quedaron grabados en sus discípulos, escenas que cada domingo seguimos recordando para:

-        poder conocerlo mejor,

-        seguir sus pasos,

-        descubrir quien somos realmente y

-        qué es lo que Dios quiere con cada uno de nosotros.

El evangelio de hoy, como si de una esencia de perfume se tratara, trae al recuerdo variadas y sugerentes imágenes de este hombre inolvidable:

·        Su actividad sanadora hacia enfermos y enajenados,  

·        Su relación con Dios, al comenzar y al terminar el día.

·        Su forma de actuar, de curar, acercándose a la persona necesitada,

·        Ese dejarse encontrar por las multitudes que le buscan

·        Un relato que bien podríamos titular “Crónica de un día de Jesús”, “Visitando a la suegra de un amigo”...

·        O también “Un hombre inquieto”, por su actitud de no quedarse encerrado, de estar siempre saliendo, que el Papa Francisco nos recuerda, “porque hay tantos que viven sin la fuerza, sin la luz y sin el consuelo de la amistad de” este Dios que se ha hecho uno de nosotros (cf. EG 49)

      Pregunta para la semana:

¿Qué dos tareas son habituales en la agenda diaria de Jesús?

 
Domingo 4 Tiempo ordinario. Ciclo C: Palabra de... Dios

Os confieso que me ha costado percibir el meollo de la Palabra de este domingo. La escena del poseído me despistaba, también que sería eso de un espíritu inmundo... Aquí hay algo más que moralina, magnetismo psicológico de Jesús o el mítico relato de un milagro.

Y como a veces ocurre, lo tenía delante de mis narices. Como cuando buscas unas gafas y resulta que las llevas puestas. La clave está en la palabra, Palabra.

Estamos ante una Palabra única, inaudita, esa palabra que todos esperamos, la de Dios. Dios no permanece callado, ni indiferente; ha tenido una Palabra, no para halagar, ni ofrecer armonía interior, sino  para consolar, levantar, animar, curar, liberar, salvar...

Y esa es la Palabra que escuchamos cada domingo

El poseído por el espíritu inmundo (no-limpio o malsano) puedes ser tú o yo. Reconocemos a Jesús pero tenemos atenazados el oído, el corazón y la mente: resentidos, instalados, desconfiados, agazapados en nuestro egocentrismo...

Aviso. Dios nos está hablando. No estamos ante una palabra cualquiera. Esa es su autoridad y señorío. No son sonidos, vocablos, programas ni hermosas promesas. Es Palabra eficaz que crea y transforma. Palabra soberana, leal y misericordiosa.

Por eso, cuando alguien la escucha en serio, todas sus esclavitudes se despiertan, se remueven y se preguntan: ¿Que quieres de nosotros, Jesús de Nazaret?

Por eso, cuando alguien no la escucha en serio, el Señor también pedirá cuentas (2ª lectura).

Por eso, nos recordará el Salmo: Ojalá escuchemos hoy su voz.

      Preguntas para la semana:

¿Cual es mi espíritu no limpio o malsano?...

¿Como escucho la Palabra escucho de Dios?

¿Adaptándola a mi voluntad o buscando la suya?

Domingo 2 Tiempo ordinario. Ciclo C: Cambia el chip

Si el domingo pasado invitábamos a estar atentos a los pequeños detalles, hoy sugerimos otro truco:

-        Volver a texto evangélico, con tiempo, a solas.  Metiéndonos en la escena que nos relatan, como si tras una ventana o detrás de una esquina, estuviéramos observándola; o imaginándonos que somos uno de los protagonistas de la secuencia, sintiendo el calor del sol o el viento que sopla, como aquí hoy.

¿Que les diría Jesús  a Simón, a Andrés  a Santiago, y a Juan...? ¿Que les contaría a esta gente corriente, como nosotros, y a todos le han seguido a lo largo de la historia, para percibir que El sea fuente de vida y libertad para el creyente? ¿Las exigencias ascéticas de una doctrina religiosa, o más bien, un acontecimiento que pide ser acogido, que lo puede cambiar todo?:

-        Que Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora... y hay que hacerle sitio.

-        Que se avecina un tiempo nuevo... y Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos.

-        Que cambiemos nuestra manera de pensar, de actuar... y vivamos creyendo esta buena noticia.

Venid conmigo, seguid mis huellas...  No es tarea de un día. Esta llamada inaplazable comienza cuando uno escucha por dentro: ¿Quien soy yo para ti? 

 

Pregunta para la semana:

¿Qué significa Jesús para mí?...
Domingo 2 Tiempo ordinario. Ciclo C: ¿Qué buscáis? 

Los relatos bíblicos suelen ser sobrios, escenas muy condensadas. Describen en 2 minutos experiencias que duran realmente días, incluso años. Motivo por el que también nos cuesta tanto entenderlos.

Un truco para disfrutar de estos textos y dejarse transformar por ellos consiste en estar atento a los pequeños detalles, en ellos suele estar la clave. Así por ejemplo:

    • El valor de esos sueños que se repiten (1ª lectura)
    • El juego de “miradas”, como la de Jesús y los discípulos que van tras él.
    • La voz del Señor, que se interesa por nuestras búsquedas
    • Y que responde con una propuesta arriesgada: conocerle de verdad, no sólo de oídas, sino haciendo la experiencia de ir con El, de sintonizar con El, de relacionarse con El. Aprendiendo un nuevo modo de vivir, experimentado que su persona nos hace bien, reaviva nuestro espíritu, nos infunde fuerza, confianza y esperanza. (Evangelio)

Hay quien se conforma con ir tirando, ser un vividor o seguir entretenido. (2ª lectura)

Sin embargo a través de miradas, voces, preguntas y sueños que se repiten... Dios se nos cuela y nos recuerda que la vida nos reclama algo más autentico, pleno y duradero.

Pregunta para la semana:

                                                           No puede ser otra que:

¿Y yo?...

¿Qué busco en la vida?

DOMINGO Pentecostés. CICLO B.

 Éste es uno de los mensajes básicos de la fiesta cristiana de Pentecostés:

Hablar del «Espíritu Santo» es hablar de lo que podemos experimentar de Dios en nosotros.

Nosotros pobres criaturas, miserables y torpes... por gracia de Dios, pertenecemos al misterio Trinitario.

No nos escandalicemos, siendo realistas somos unos mamíferos, un poco evolucionados, y como tales bajo la ley de la carne que enumera la segunda lectura, con reacciones derivadas del instinto de supervivencia...

Lo inaudito y extraordinario es que a estos a estos mamíferos -un poco evolucionados- se nos ha hecho un regalo muy especial, esa extraña y poderosa capacidad de: Amar, tener y generar alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí... y con todo ello la muestra más real de que El «Espíritu» es Dios está actuando en nuestra vida.

El Espíritu Santo resucita lo que está muerto en nosotros, despierta lo dormido, pone en movimiento lo que había quedado bloqueado.

El Espíritu conduce a la persona a vivirlo todo de forma diferente: desde una verdad más honda, desde una confianza más grande, desde un amor más desinteresado.

Para muchos, la experiencia fundamental  del Espíritu es el amor de Dios y lo dicen con una frase tan sencilla como «Dios me ama». Esa experiencia les devuelve su dignidad indestructible, les da fuerza para levantarse de la humillación o el desaliento, les ayuda a encontrarse con lo mejor de sí mismos.

Nadie vive privado del Espíritu de Dios. En todos está Él atrayendo nuestro ser hacia la vida.

 

Pregunta para la Semana:

¿Y yo? ¿Dejo colarse a Dios en mi vida?

 

 

DOMINGO Ascensión. CICLO B.

Ascensión y ascensiones

 Atención a la paradójica Palabra de este domingo:

-            Por un lado no podemos evitar imaginarnos la extraordinaria y espectacular Ascensión de Jesús al cielo descrita en la primera lectura y el Evangelio

-            Pero por otro, salen, un par de hombres vestidos de blanco y nos vienen a decir ¿Cristianos, qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?

¿Que tendrá que ver esta paradoja con cada uno de nosotros  hombres y mujeres seguidores o -al menos- simpatizantes de Jesús?

¿Que tendrá de Buena Noticia para esta realidad de desencanto y desesperanza que nos invade?

Un sentimiento de desengaño e impotencia parece atravesar el alma de nuestra sociedad. Las nuevas generaciones están aprendiendo a vivir sin futuro, a actuar sin proyectos, sin un mañana.

Cuando la esperanza se apaga en nosotros, nos detenemos, ya no crecemos, nos empobrecemos, nos destruimos. Sin esperanza dejamos de ser humanos.

Solo quien conoce el destino, camina con firmeza a pesar de los obstáculos.

Hay muchas clases de ascensión:

-            La del  cohete, perdiéndose en el espacio sideral

-            La del trepa, mediante engaños y apariencias

-            La de la montaña rusa emocional

-            Pero también la del  montañero, sorteando brechas y senderos, disfrutando el paisaje, avanzando a pesar del cansancio y las inclemencias

 

Preguntas para la Semana:

 ¿Y yo, que elijo? ¿Quedarme plantado o ascender?

¿Que tipo de ascensión estoy dispuesto a hacer?


DOMINGO VI PASCUA. CICLO B.

Amor y alegría

Continuamos con el Discurso de despedida de Jesús del domingo pasado. Recordemos, la vid, los sarmientos y un discurso con su máximo deseo, que “permanezcamos en su amor”.

Es tan fundamental su deseo, que hoy nos lo repite, ¿será para que no lo olvidemos?

Atención a dos detalles:

-            Primer  y curioso detalle. Observemos cómo, para permanecer en su amor, no pide que le amemos como Él nos ha amado, sino que nos amemos unos a otros.

-            Segundo detalle. Observemos cuál es la razón de su deseo. No se trata de un mandato para regir nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino de una fuente de alegría: «Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud».

Una alegría que a nuestro cristianismo le falta con frecuencia. Alegría que no es fruto de un temperamento optimista, ni el resultado de un bienestar tranquilo de una vida sin problemas ni conflictos.

El secreto de esta alegría está en otra parte, en la raíz misma de la vida. Según Juan "es la misma alegría de Jesús dentro de nosotros". Dicho de otra forma, la alegría es “el rostro de Dios en el hombre”.

Una que alegría no vive de espaldas al dolor y sufrimiento, sino que se convierte en principio de acción contra la tristeza e injusticia de nuestro mundo.

 

Pregunta para la Semana:

 ¿Y yo, que tengo, que contagio?

¿Apatía, tristeza o Alegría?


 

DOMINGO V PASCUA. CICLO B.

Vid y sarmientos

 

 

Si el Domingo pasado la Palabra nos presentaba a Jesús como Pastor bueno, hoy Juan nos propone otra imagen cargada de intensidad: Vid y sarmientos.

La vid, la cepa, entre los troncos el que parece no tener vida, pero bajo la tierra del invierno el milagro de la fecundidad, que transforma el agua en savia vital, dando lugar primero a unos brotes, sarmientos gozosos, que ofrecerán uno de los frutos más hermosos para los hombres, la uvas calientes y jugosas, dulces y perfumadas, el vino del amor, las delicias del Amado y la Amada.

Sin embargo habrá sarmientos secos por los que no circula la savia, como esos discípulos desconfiados, comunidades desanimadas, cristianos que no dan fruto, porque están desconectados de la  persona de Jesús.

El final del Evangelio de este domingo lo dice bien claro: “si queréis ser mis discípulos”, esto tenéis que hacer, esto es lo esencial y único necesario: permanecer en mí.

Ser cristiano hoy exige una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de un contacto mas real con Jesús nuestra confesión verbal de fe,  vacía de contenido y experiencia viva se secará.

Y cuando por el sarmiento no circula la savia de la vid, no sólo no aparecen frutos, sino que el sarmiento... muere también.

Tarea para la Semana:

¿Y yo, como me siento como sarmiento seco, podado, con fruto, conectado a la vid...?

 

 

 

DOMINGO IV PASCUA. CICLO B.

Cotidianidad plena

Dios, para pronunciar su voz, recurre a gente corriente y la vida cotidiana, un pescador como Pedro, piedras desechadas por arquitectos, historias de pastores y ovejas...

También nuestra vida se decide en lo cotidiano.

En esa vida de lo normal y ordinario podemos crecer como personas y podemos también echarnos a perder.

En esa vida normal y corriente

-                                nos inspira y alienta el amor o actuamos desde el resentimiento y la apropiación

-                                nos dejamos arrastrar por la superficialidad o enraizamos nuestra vida en lo esencial;

-                                se va disolviendo nuestra fe o se va reafirmando nuestra confianza en Dios.

Según la primera lectura, los seguidores de Jesús no caminan por esta vida corriente solos. Los acompaña y defiende día a día el Espíritu que muestra al Resucitado en el día a día del amor entregado; en la autenticidad, no en las apariencias; en la luz, no en la oscuridad de las segundas intenciones; en el silencio interior, no en la agitación superficial.

Según la segunda lectura, los seguidores de Jesús no caminan desamparados, los acompaña y defiende día a día el amor de un Dios que entrega lo que más quiere a cambio de... ofrecernos un titulo del que todavía no nos hemos enterado: ser hijos suyos.

Según el Evangelio, los seguidores de Jesús no caminan por esta vida ordinaria, con algún que otro sobresalto, ni solos, ni desamparados.  Nos acompaña y defiende día a día como Buen Pastor: El nos conoce a cada uno y nos ilumina. Y aunque alguien desbarate nuestros planes, o nos levantemos cansados cada día, Él alienta nuestra vida y nos enseña a improvisar cada mañana en el amor.

Pregunta para la Semana:

Un Padre, un Pastor, un Aliento

 Y yo, ¿Le escucho pronunciar mi nombre cada día?

 

 

DOMINGO III PASCUA. CICLO B.

Del Jesús en medio de ellos al Jesús entre nosotros


El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan, “creen que están viendo a un fantasma”. En el interior de otros “surgen dudas” de todo tipo. Otros siguen “atónitos”.

Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo es casi solo un deseo. De ordinario crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿Será posible que sea verdad algo tan grande?

Creer en el resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que a veces puede durar años. La verdadera fe siempre nace del encuentro personal con Jesús como “compañero de camino”. Sólo El nos puede hacer vivir, amar y esperar a pesar de nuestras torpezas y fracasos.

Lo importante es nuestra actitud interior. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros.

 

Tarea para la Semana:

Vamos a intentar relacionarnos personalmente con Jesús, cara a cara.

No es necesario imaginarlo físicamente. Basta abrir el corazón y estar con El. A veces cuesta creerlo. Ábrete.

¿No notas que es la fuente misma de tu vida?

 

 

 

 

DOMINGO II PASCUA. CICLO B.

TOMA MIS MANOS


En la Eucaristía de este domingo, el Resucitado en persona se acerca a nosotros y nos invita a ver y tocar sus heridas de amor por nosotros, la prueba suprema de la verdad de Dios en la historia. ¿Nos lo creemos, o sólo son bonitas palabras?

El evangelio nos ayudará a superar nuestra incredulidad, pues somos como Tomás: hasta que no vemos y tocamos, no creemos.

Tomás este discípulo que se resiste a creer de manera ingenua o superficial nos muestra el recorrido que hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado, a los que ni siquiera hemos visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus abrazos.

Jesús no critica las dudas de Tomás, su resistencia a creer revela su honestidad.

Jesús le entiende,

viene a su encuentro,

se ofrece a satisfacer sus exigencias: le muestra sus heridas

e invita a profundizar más allá de la duda.

La cuestión es qué significan esas manos y ese costado... Tomás renuncia a verificar nada. Solo experimenta la presencia del Maestro, que lo ama y le invita a confiar

 

Pregunta de la Semana:

 

Y yo ¿Que veo en las heridas de Jesús?

¿La prueba de un milagro o el signo de un amor entregado hasta la muerte?

 


 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN. CICLO B.

SEPULCRO VACÍO


La fe en Jesús resucitado, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos.

Los evangelistas, antes de encontrarse con El, lleno de vida, hablan de su búsqueda en torno al sepulcro, su desorientación e incertidumbre.

Según el relato de Juan, Maria Magdalena, busca al crucificado en medio de tinieblas, “cuando aún estaba oscuro”. Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada.

Hoy el Evangelio no nos muestra a Jesús, sino simplemente nos indica “dónde no está”: no está ni en un sepulcro, ni en las tinieblas.

Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido, dando pasos con amor, o renunciado por amor, nada se perderá.

Al Resucitado hay que buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos, ni en lo que se ha quedado a medias, ni en lo que hemos estropeado con nuestra torpeza y nuestro pecado...

Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

 

Pregunta de la Semana:

Se han llevado del sepulcro al  Señor, pero...

¿También yo quiero verlo y creer?

 

 

DOMINGO DE RAMOS. CICLO B. SALVADOR CRUCIFICADO

 

La liturgia del Domingo de Ramos se caracteriza por el contraste entre la procesión triunfal del Salvador esperado y la celebración de la Pasión, centrada en la figura de Jesús  despreciado, ajusticiado como un delincuente, maldito.

Nuestro problema no es recuperar ciertas prácticas de piedad en Semana Santa: Sino vivir ese camino escandaloso, de la cruz, en nuestra vida cotidiana, con los que sufren, o son despreciados como Jesús.

Nuestro problema no es aceptar teóricamente que el Crucificado sea el salvador: Sino vivir ese camino de la cruz, en las pruebas personales que nos depara la Providencia.

Nuestro problema no está – ni si quiera- en mejorar nuestros comportamientos: Sino en enterarnos que estamos...

-        ante la mayor experiencia de salvación de nuestra condición humana “sin salida” que podíamos haber imaginado,

-        que el Mesías ha cargado sobre sí nuestros crímenes y pecados

-        camino inaudito, misterioso y sobrecogedor con el que Dios nos ha revelado su amor.

 

Pregunta de la Semana:

¿Que tendrá que ver ese crucificado conmigo?

 

Salmos de cada día

Sábado, 31 de enero de 2015

Cántico de Zacarías.

Bendito el Señor Dios de Israel.

Porque ha visitado y redimido a su pueblo.

Nos ha dado un poderoso Salvador

en la casa de David, su servidor,

como lo había anunciado mucho tiempo antes

por boca de sus santos profetas.

Para salvarnos de nuestros enemigos

y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres

y se acordó de su santa Alianza,

Se acordó del juramento que hizo a nuestro padre Abraham

de concedernos que, libres de temor,

arrancados de las manos de nuestros enemigos,

lo sirvamos en santidad y justicia

bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

 
Este “Benedictus” de Zacarías es el preludio del “Magnificat de María. El evangelista Lucas pone este canto en boca del padre de san Juan Bautista, cuando recobra el habla y queda lleno de Espíritu Santo, moviendo su corazón transformado  a bendecir a Dios, y a profetizar la historia de la salvación, a través de las alianzas con Abraham y David, en la nueva y definitiva alianza con Cristo, señalando a su hijo Juan recién nacido como profeta del Altísimo, con la misión de ir delante del Señor para preparar sus caminos.

Esta historia de salvación había sido anunciada en el Antiguo Testamento por boca de los santos profetas, pero como dice san Agustín, “el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro”. La mudez de Zacarías también está enmarcada en el misterio del silencio de Dios, que en el evangelio de hoy hemos contemplado, cuando Jesús está dormido en la barca, aparentemente ajeno a la tremenda tormenta y al fuerte vendaval que amenazaba con zozobrar la embarcación. La fe hace romper el silencio de Zacarías, y la falta de fe hace que queramos romper el silencio de Jesús, como los discípulos que le despertaron diciéndole: “Maestro ¿No te importa que nos ahoguemos? Debemos respetar el misterio del silencio de Dios, porque Dios se manifiesta en el silencio y el silencio es presencia de Dios. Dejemos a Dios hacer de Dios.

Hoy, en vez de un salmo, rezamos el Benedictus evangélico, que nos hace ser más conscientes de lo mucho que ha hecho, hace, y hará Dios por nosotros, y de lo poco que somos capaces de hacer por nuestra cuenta: "el Señor Dios ha visitado a su pueblo, manifestando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Es Dios mismo el que nos concede vivir sin temor, bajo su tierna y atenta mirada, para poder amarle y servirle, con santidad y justicia, todos los días de nuestra existencia.

Amén 

 

 

Viernes, 30 de enero de 2015

Salmo 37. Encomienda tu suerte al Señor

Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.

Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.

El Señor asegura los pasos del hombre
en cuyo camino se complace:
aunque caiga no quedará postrado,
porque el Señor lo lleva de la mano.

La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.

 

El salmista confía en el Señor, porque ha experimentado, en su vida de amistad con Dios, los beneficios de vivir bajo su protección, y da testimonio de que abandonarse en Dios, y encomendar nuestra suerte al Dios vivo, colmará con creces todos los deseos de nuestro corazón y nos proporcionará tales deleites, que superará con creces todas las aflicciones que surjan en nuestro camino. Abandonarse en Dios significa fiarse solo de Él,  de nadie más,  ni de nosotros mismos. Y eso solo será posible sino sentimos que, cuando todo se desmorona a nuestro alrededor, solo está Él  a nuestro lado. “Señor, ¿a quien vamos a seguir?”, le dirá San Pedro: “Solo tú tienes palabras de vida eterna”. Es terrible que cada vez que intentamos salir del abismo y del sinsentido en que nos encontramos, no nos demos cuenta que solo Dios, nadie más que Dios, es el único que asegura nuestros pasos vacilantes, el único que no nos deja de su mano, el único que nos levanta cuando caemos y no deja que nuestra desesperación nos lleve a la postración de la derrota. Es obra de su gracia que Dios abra nuestros corazones para que nos demos cuenta de cómo nos ama el Señor, de su amor extremo, de su verdadera pasión por nosotros y nos mueva a entregarnos a Dios sin reservas. El Abandono a Dios no es dejadez, no es apatía, no es resignación, no es rutina, no es desánimo, sino confianza plena que solo se funda en un amor correspondido. El abandono es el deseo de vivir lo que Dios ha dispuesto para nuestro bien y el de todos los hombres, buscando su voluntad en su Palabra revelada, y en lo que quiere decirnos por medio de las personas y el acontecer de la vida de cada día.

El primer fruto que produce el abandono es entrar en la intimidad con Dios,  fundada la humildad, en el amor y en la plena confianza que nos da ser sus pequeños hijos. “Dejad que los niños vengan a  mi, y de los que se les asemejan es el reino de los cielos”. (Mt 19, 14). Otro regalo que recibimos del abandono en Dios es abandonar el espíritu de la complicación. El alma que se abandona a la voluntad de Dios es sencilla, ya este enferma o sana, sea alabada o humillada, lo recibe todo venido de las manos de Dios. El alma recupera en el abandono su verdadera libertad, la que le da felicidad sin límites, la que le proporciona la paz y la alegría que constituyen aquí en la tierra la verdadera felicidad. El alma que se conforma a la voluntad de Dios y sigue el ejemplo de Cristo, que toda su vida en la tierra consistió en cumplir la voluntad del Padre, encuentra reposo. En cada momento de nuestra vida hagamos nuestra su oración desde la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Señor y Padre nuestro, en tus manos encomendamos nuestra suerte.

Amén

Jueves, 29 de enero de 2015

Salmo 24. ¿Quien podrá subir a la Montaña del Señor?

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes,

porque él la fundó sobre los mares,

Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias

y puro el corazón,

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su Salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? se pregunta el salmista. La pregunta que se dirige al peregrino judío que ha llegado a su meta, Jerusalén, podría referirse a la totalidad del camino que debe emprender todo creyente, el camino que conduce a la Casa del Señor, su monte Santo. En ese sentido podríamos formularnos otras preguntas: ¿Quien podrá acompañar a Jesús en el camino a la casa del Padre y permanecer en ella? ¿Quien podrá gozar de Dios en sus moradas eternas? Y la pregunta que resume toda la inquietud de nuestro corazón: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor? 

El Señor nos responde en este salmo y en el salmo 14: Será grato a mis ojos "el que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos; el hombre que procede honradamente y obra con justicia; el que es sincero en todas sus palabras y con su lengua a nadie desprestigia; quien no hace mal al prójimo ni difama al vecino, quien no ve con aprecio a los malvados, pero honra a quienes temen al Altísimo; quien presta sin usura y quien no acepta soborno en perjuicio de inocentes, ése será agradable a los ojos de Dios eternamente."

Tenemos mucho trabajo y esfuerzo por delante para lograr la meta de nuestra peregrinación. Este salmo impulsa a examinar nuestra conciencia, y a pedirle al Señor que tenga paciencia con nosotros y que nos ayude en nuestro caminar. La conversión, que significa girarse hacia el Señor y cambiar de rumbo, es un proceso que dura toda la vida del creyente. Tenemos que mirar al Señor y decirle confiadamente  que deseamos fervientemente tener las manos limpias y puro el corazón, para que la ofrenda de todo nuestro ser le sea grata, y nos acoja en su regazo por los siglos de los siglos. Le pedimos que nos llene de su Santo Espíritu para que nos impulse en la buena dirección y nos santifique.

Amén

Miércoles, 28 de enero de 2015

 

Salmo 110.  Pondré a tus enemigos como estrado de tus pies

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Desde Sión domina, en medio de tus enemigos!
Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado
y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

 

El proyecto de salvación de Dios obra a través de su elegido y trunca los planes del enemigo del hombre. La historia no se le escapa a Dios de las manos en ningún momento. El Señor lo gobierna todo y no deja nada al ciego destino o al azar. No hay casualidades, todo es misteriosamente designio divino y providencia. En sus designios justos y sabios entra la salvación de los hombres, y su providencia sigue fecundando la tierra, para que de buenos frutos. Es cierto que los desastres, las calamidades, y el sufrimiento de tantos inocentes es un misterio que provoca una pregunta angustiada que se hace el creyente. El papa la configura como uno de los desafíos que tiene que afrontar el hombre, que debe dejar al corazón a que se haga la pregunta y llore. Solo así podemos entender algo, dice nuestro papa. “Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños o por qué sucede esto otro trágico en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas”.  

En el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, que se desarrolla en los acontecimientos históricos, mediante los cuales Dios se manifiesta y nos habla, el salmo nos conforta y anima en la esperanza cierta de que los enemigos del hombre acabarán siendo vencidos por Dios, que los pondrá por estrado de los pies de su Hijo Cristo.

Amén

 

Martes, 27 de enero de 2015

 

Salmo 40. No escondí tu justicia dentro de mí

Esperé confiadamente en el Señor:
él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy.

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.

No escondí tu justicia dentro de mí,
proclamé tu fidelidad y tu salvación,
y no oculté a la gran asamblea
tu amor y tu fidelidad.

Hace unos días meditamos este salmo centrándonos en la parte del salmo que nos estimula a tener nuestro corazón dispuesto y atento para escuchar la voluntad de Dios.  Hoy contemplamos el gozo del salmista cuando le dice al Señor que cumplió su voluntad, y que no enterró dentro de sí los dones y carismas que le fueron dados por el Santo Espíritu de Dios, sino que, por el contrario, abrió sus labios dando testimonio de la justicia, de la fidelidad y de la misericordia salvadora del Señor.  Ese es el mensaje que nos interpela y nos cuestiona: ¿Somos canal del agua viva que nace del costado de Cristo? ¿O hemos dejado estancar esa agua viva en nuestros cerrados círculos, dedicándonos a acumular bienes espirituales, y a perfumarnos con olor a colonia de santidad: "Vosotros, pueblo mío, cometisteis dos pecados: me abandonasteis a mí, que soy para vosotros una fuente de agua que os da vida, y os hicisteis vuestros propios estanques, que no retienen el agua." (Jeremías 2:13)

Gloria al padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo

Lunes, 26 de enero de 2015

Salmo 96. Anunciad la gloria del Señor a todas las naciones

Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor, toda la tierra;

cantad al Señor, bendecid su nombre,

Día tras día, proclamad su victoria,

anunciad su gloria entre las naciones,

y sus maravillas entre los pueblos.

Aclamad al Señor, familias de los pueblos,

aclamad la gloria y el poder del Señor;

Anunciad su gloria entre las naciones,

y sus maravillas entre los pueblos.

Decid entre las naciones: “¡El Señor reina!

El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.


En el contexto de las lecturas litúrgicas de hoy, el salmo nos llama a proclamar a todas las naciones la buena nueva: “El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha…. curad a los enfermos y decid a la gente: 'El Reino de Dios está cerca”. (Lucas, 10,1-9). Estamos llamados todos los cristianos a ser testigos de Jesús, y a seguir las recomendaciones de Pablo a su hermano en la fe Timoteo:"No te avergüences del testimonio de nuestro Señor,.…Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios…para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús”, (Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-8)

Hoy podemos meditar con el salmo un párrafo de “La alegría de evangelizar”, de nuestro papa Francisco: “La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe “fructificar”. La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imper­fectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimo­nio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora”.

El salmo nos impulsa a la oración y a la acción continua, a que día tras día sigamos el modelo de Jesús, el gran orante, y seamos sus testigos anunciando la gloria, el poder, la belleza, el amor y la misericordia de Dios.

Amén

Domingo, 25 de enero de 2015

 

Salmo 25. Muéstrame, Señor, tus caminos

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu fidelidad.

El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados,
guía a los humildes para que obren rectamente,
y conduce en la justicia a los pobres.


En Proverbios 3,12, se revela porqué el Señor nos enseña a caminar por el sendero recto: “Dios corrige a quien ama, como un padre al hijo en quien se deleita”, y en Hebreos 12,5, san Pablo nos exhorta: “Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?”. El salmo presenta la oración de los pobres y los humildes que mantienen la confianza en la misericordia de Dios y la esperanza de que el Señor les guiará, con amor y fidelidad, por el camino de la salvación. La pobreza y la humildad son ante todo actitudes de total dependencia filial, que se oponen a las actitudes de soberbia y arrogancia de quienes prescinden de Dios y depositan su confianza en sí mismos, en el poder y en el dinero. Sentirse mendigos de amor ante el Señor, pedirle al Señor con humildad que ilumine y conduzca nuestra vida, invitan a nuestra alma a elevar la mirada a quien siempre nos contempla y nos guía.  Enséñame tu camino, Señor y andaré en tu Luz.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Sábado, 24 de enero de 2015

 

Salmo 47. El Señor es el Rey de toda la tierra

Aplaudid, todos los pueblos,

aclamad al Señor con gritos de jubilo;

porque el Señor, el Altísimo, es terrible,

el gran Rey sobre toda la tierra.

El Señor asciende entre aclamaciones,

asciende al son de trompetas.

Tocad, para nuestro Dios, tocad!

Cantad,  para nuestro Rey, cantad.!

El Señor es el Rey de toda la tierra,

cantadle un hermoso himno.

El Señor reina sobre las naciones

el Señor se sienta en su trono sagrado.

El salmo describe una solemne celebración litúrgica, en la que el pueblo judío aclamaba jubiloso a su Rey. La alabanza se centraba en exaltar la figura del Señor, al que se le reconoce su supremacía absoluta sobre toda la tierra, y se le atribuye el título de Altísimo. La gloría y la grandeza de Dios es tan inconmensurable que el salmista no encuentra otra palabra para definirla que la de “terrible”, con la que trata de expresar algo que excede a su comprensión, algo extraordinario, fuera de lo normal, como cuando decimos “hace un calor terrible” o “tengo una pena terrible. El poder y la gloría de Dios fue otorgado a Cristo resucitado, cuando él mismo se acercó en Galilea a sus discípulos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mateo 28,18).

El salmo prosigue su relato: “El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al son de trompetas”. Como nos explica Juan Pablo II, durante la batalla, la presencia del Arca de la alianza entre las tropas de Israel les garantizaba la ayuda de Dios y después de la victoria, el Arca subía al monte Sión entre aclamaciones y acción de gracias. Nosotros podemos entonar este salmo contemplando la ascensión de Jesús que sube al cielo y entra en la gloria de Dios. Asciende a la ciudad de Dios, a la nueva Jerusalén, en la que una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua gritaba a gran voz: "La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero"» (Apocalipsis 7,9-10).

Todas las naciones y todas las culturas convergen en el Señor, porque él es Rey de la humanidad entera. Provenientes de oriente y occidente se reunirán algún día en el Reino para encontrarse con este Rey de paz y amor, de unidad y fraternidad: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos” (Mateo 8,10-11).

Amén

Viernes, 23 de enero de 2015

Salmo 85. Su salvación está muy cerca de sus fieles

¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!

Voy a escuchar lo que dice el Señor.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.

El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.

El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.

El salmo completo contiene una súplica inicial dirigida al Señor, desde el amor y la confianza, pidiendo para todos nosotros misericordia y salvación: “Restáuranos, Dios salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad? ¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.

De la súplica, el salmista pasa en la oración a una actitud de escucha: “Voy a escuchar lo que dice el Señor”. Y la maravilla del salmo es que, ante nuestros ojos, la súplica se convierte, bajo la acción del Espíritu Santo, en un himno gozoso lleno de esperanza que proclama la respuesta amorosa del Señor prometiendo la liberación del mal, el perdón de nuestras culpas, la conversión de los corazones y la purificación de nuestras almas. Cuando el Espíritu se derrama sobre una persona le mueve al amor, a la alabanza y a la profecía. El salmista, lleno del Espíritu Santo, proclama el anuncio profético de la reconciliación entre Dios y los hombres, mediante una alianza eterna sellada y firmada con la sangre de su divino Hijo. Esta promesa de compartir y disfrutar los atributos de Dios: Paz, Verdad, Justicia y Amor, se extiende no solo a su pueblo elegido, sino a los que han aceptado entrar en su amistad y a los que se convierten de corazón y vuelven a El, como el hijo prodigo.

En Cristo Jesús se cumple la profecía: El es el Camino que conduce al Padre, la Verdad que brota de la tierra y la Vida, que es manantial de agua viva en el que sacian su sed de eternidad quienes creen en Él. La Paz que ofrece Jesús esta unida indisolublemente con la Justicia y la Misericordia. El es la plenitud de la Verdad, que nos hace libres y herederos de la promesa.

Gloría al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Jueves, 22 de enero de 2015

Salmo 40. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Esperé confiadamente en el Señor:
él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas;
y en cambio me abriste el oído;
Tú no pides holocaustos por el pecado.


Entonces dije: «Aquí estoy»,

”como está escrito en el libro”,

«para hacer tu voluntad».
Dios mío, yo quiero,
llevar tu ley en mis entrañas.

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
y no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.

El salmo es el testimonio de un encuentro personal con el Señor, como el que mantuvo el profeta Samuel cuando era todavía un niño y servía a Dios en el templo. Para llegar a ese encuentro, es necesaria, la iniciativa de Dios que te llama, y la de alguien que facilita tu encuentro. En el caso de Samuel es el sacerdote Elí el que comprende la llamada de Dios y la transmite: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha”. (Primer libro de Samuel 3,9). En el evangelio aparecen con frecuencia personas que te ayudan a interpretar que Dios te está llamando insistentemente, y te transmiten su mensaje. En la lectura litúrgica de Hoy, Juan el Bautista le dice a Andrés y a otro de sus discípulos, mirando a Jesús que pasaba: "Este es el Cordero de Dios", y Andrés a su vez se convierte en otro mensajero, cuando le comunica a su hermano Simón (Pedro): "Hemos encontrado al Mesías".

Cuando se produce ese  encuentro todo cambia. Podemos contemplar la actitud del salmista, entregado, confiado en la justicia y la misericordia de Dios: “aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”, y como abre el oído y el corazón a lo que el Señor le diga que quiere hacer con su vida. Conocer cual es la voluntad de Dios en cada momento es una tarea que nunca acaba, como nunca acaba la búsqueda de un Dios que te ama y se revela trinitariamente envuelto en los misterios de la fe. (catecismo 234). Por eso como el salmista ansiamos llevar en nuestras entrañas, bien prendida la Palabra de Dios, y glorificar a Dios con nuestros cuerpos, que son templos del Espíritu Santo, confesando con la boca que Jesús es el Señor. (Romanos 10,9)


Gloria al padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo

  

Miércoles, 21 de enero de 2015

 

Salmo 110.  El Mesías, Rey y Sacerdote

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Desde Sión domina, en medio de tus enemigos!
Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado
y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Reflexión

En ningún salmo como en este se refleja tan bien la personalidad de Jesús, del que viene en nombre del Señor, como su lugarteniente, como el ungido de Dios, como el Mesías, príncipe desde su nacimiento, engendrado, no creado, antes de todos los tiempos, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho. En el salmo 2 ya se decía: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” y es consagrado como Rey en Sión, en el monte santo, concediéndole poder sobre todas las naciones. Aquí se completa la revelación del Hijo presentándole además como sacerdote, pero no vinculado por la sangre al linaje de Aarón, de donde tradicionalmente  procedían los sumos sacerdotes, sino vinculado por el modo de ejercer el sacerdocio de  Melquisedec, que fue rey de Salem y sacerdote del Altísimo. Ante él le rindió tributo el patriarca Abraham y le ofreció los diezmos del botín tomado a los reyes que atacaron a la Pentápolis del mar Muerto.

El proyecto de salvación de Dios obra a través de su elegido y trunca los planes del enemigo del hombre. La historia no se le escapa a Dios de las manos en ningún momento. El Señor lo gobierna todo y no deja nada al ciego destino o al azar. No hay casualidades, todo es misteriosamente designio divino y providencia. En sus designios justos y sabios entra la salvación de los hombres, y su providencia sigue fecundando la tierra, para que de buenos frutos. Es cierto que los desastres, las calamidades, y el sufrimiento de tantos inocentes es un misterio que provoca una pregunta angustiada que se hace el creyente. Tenemos en la mente la pregunta de la niña filipina que, entre lágrimas, pregunta al papa Francisco por qué Dios permite estas cosas. El papa no rehuye la pregunta, pero la configura como uno de los desafíos que tiene que afrontar el hombre, que debe dejar al corazón a que se haga la pregunta y llore. Solo así podemos entender algo, dice nuestro papa. “Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños o por qué sucede esto otro trágico en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas”.  

En el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, que se desarrolla en los acontecimientos históricos, mediante los cuales Dios se manifiesta y nos habla, el salmo nos conforta y anima en la esperanza cierta de que los enemigos del hombre acabarán siendo vencidos por Dios, que los pondrá por estrado de los pies de su Hijo Cristo.

Amén

Martes, 20 de enero de 2015

Salmo 111, Grandes son las obras del Señor

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas.

Él hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.
Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.

Él envió la redención a su pueblo,
promulgó su alianza para siempre:
Su Nombre es santo y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Refexión

Es un salmo de alabanza y acción de gracias por los numerosos beneficios que hemos recibido y recibimos de Dios manifestados en sus obras. Nos corresponde hoy contemplar las obras de Dios y admirar y alabar su grandeza, tratando de comprenderlas. Todas las obras de Dios son la manifestación de sus atributos divinos, por lo que a través de sus obras podemos adentrarnos en el misterio de Dios Amor. En las obras de Dios sobre la naturaleza se puede apreciar el esplendor y la magnificencia de Dios, reflejo de sus atributos de sabiduría, bondad y poder, y en las obras  de Dios sobre el hombre se pone de relieve su predilección, su generosidad, su justicia, su misericordia y su fidelidad que, lejos de atenuarse con el tiempo, se muestra inmutable para siempre. Las obras de Dios en relación  al hombre se vinculan con el amor y pueden calificarse de obras de salvación, porque obedecen a un proyecto divino de redención de la humanidad. Así pues, nuestra oración es contemplación del misterio de Dios y de las maravillas que realiza en la historia de la salvación.

Este vínculo de amor incluye el don fundamental del alimento y de la vida que recibimos de la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Como dice san Jerónimo: “Como alimento dio el pan bajado del cielo; si somos dignos de él, alimentémonos”. La alegría interior del cristiano, nos mueve a la alabanza, pues es fruto de la confianza en Dios y en sus promesas de gozo eterno. El temor de Dios  enseña al hombre a fiarse solamente de Dios y a no poner la confianza en las criaturas, ni en sí mismo. Por eso aquel que verdaderamente teme a Dios es el único que no teme a nada en este mundo, ya que se mantiene siempre firme en la esperanza, ya que sabemos ciertamente que todo colabora para el bien de los que aman a Dios (Romanos 8,28).

El Salmo nos invita a descubrir las muchas cosas buenas que el Señor nos da cada día. El Salmo nos invita a ver las cosas positivas, los numerosos dones que recibimos, para sentir así la gratitud y la generosidad, porque sólo un corazón agradecido puede ser generoso y desprendido.

Amén

 

Miércoles, 21 de enero de 2015

 

Salmo 110.  El Mesías, Rey y Sacerdote

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Desde Sión domina, en medio de tus enemigos!
Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado
y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Reflexión

En ningún salmo como en este se refleja tan bien la personalidad de Jesús, del que viene en nombre del Señor, como su lugarteniente, como el ungido de Dios, como el Mesías, príncipe desde su nacimiento, engendrado, no creado, antes de todos los tiempos, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho. En el salmo 2 ya se decía: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” y es consagrado como Rey en Sión, en el monte santo, concediéndole poder sobre todas las naciones. Aquí se completa la revelación del Hijo presentándole además como sacerdote, pero no vinculado por la sangre al linaje de Aarón, de donde tradicionalmente  procedían los sumos sacerdotes, sino vinculado por el modo de ejercer el sacerdocio de  Melquisedec, que fue rey de Salem y sacerdote del Altísimo. Ante él le rindió tributo el patriarca Abraham y le ofreció los diezmos del botín tomado a los reyes que atacaron a la Pentápolis del mar Muerto.

El proyecto de salvación de Dios obra a través de su elegido y trunca los planes del enemigo del hombre. La historia no se le escapa a Dios de las manos en ningún momento. El Señor lo gobierna todo y no deja nada al ciego destino o al azar. No hay casualidades, todo es misteriosamente designio divino y providencia. En sus designios justos y sabios entra la salvación de los hombres, y su providencia sigue fecundando la tierra, para que de buenos frutos. Es cierto que los desastres, las calamidades, y el sufrimiento de tantos inocentes es un misterio que provoca una pregunta angustiada que se hace el creyente. Tenemos en la mente la pregunta de la niña filipina que, entre lágrimas, pregunta al papa Francisco por qué Dios permite estas cosas. El papa no rehuye la pregunta, pero la configura como uno de los desafíos que tiene que afrontar el hombre, que debe dejar al corazón a que se haga la pregunta y llore. Solo así podemos entender algo, dice nuestro papa. “Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños o por qué sucede esto otro trágico en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas”.  

En el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, que se desarrolla en los acontecimientos históricos, mediante los cuales Dios se manifiesta y nos habla, el salmo nos conforta y anima en la esperanza cierta de que los enemigos del hombre acabarán siendo vencidos por Dios, que los pondrá por estrado de los pies de su Hijo Cristo.

Amén

Martes, 20 de enero de 2015

Salmo 111, Grandes son las obras del Señor

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas.

Él hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.
Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.

Él envió la redención a su pueblo,
promulgó su alianza para siempre:
Su Nombre es santo y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Refexión

Es un salmo de alabanza y acción de gracias por los numerosos beneficios que hemos recibido y recibimos de Dios manifestados en sus obras. Nos corresponde hoy contemplar las obras de Dios y admirar y alabar su grandeza, tratando de comprenderlas. Todas las obras de Dios son la manifestación de sus atributos divinos, por lo que a través de sus obras podemos adentrarnos en el misterio de Dios Amor. En las obras de Dios sobre la naturaleza se puede apreciar el esplendor y la magnificencia de Dios, reflejo de sus atributos de sabiduría, bondad y poder, y en las obras  de Dios sobre el hombre se pone de relieve su predilección, su generosidad, su justicia, su misericordia y su fidelidad que, lejos de atenuarse con el tiempo, se muestra inmutable para siempre. Las obras de Dios en relación  al hombre se vinculan con el amor y pueden calificarse de obras de salvación, porque obedecen a un proyecto divino de redención de la humanidad. Así pues, nuestra oración es contemplación del misterio de Dios y de las maravillas que realiza en la historia de la salvación.

Este vínculo de amor incluye el don fundamental del alimento y de la vida que recibimos de la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Como dice san Jerónimo: “Como alimento dio el pan bajado del cielo; si somos dignos de él, alimentémonos”. La alegría interior del cristiano, nos mueve a la alabanza, pues es fruto de la confianza en Dios y en sus promesas de gozo eterno. El temor de Dios  enseña al hombre a fiarse solamente de Dios y a no poner la confianza en las criaturas, ni en sí mismo. Por eso aquel que verdaderamente teme a Dios es el único que no teme a nada en este mundo, ya que se mantiene siempre firme en la esperanza, ya que sabemos ciertamente que todo colabora para el bien de los que aman a Dios (Romanos 8,28).

El Salmo nos invita a descubrir las muchas cosas buenas que el Señor nos da cada día. El Salmo nos invita a ver las cosas positivas, los numerosos dones que recibimos, para sentir así la gratitud y la generosidad, porque sólo un corazón agradecido puede ser generoso y desprendido.

Amén

 
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